María Claudia Lacouture
Hace un par de semanas Ecopetrol anunció una alianza estratégica con la OXY para desarrollar conjuntamente proyectos en materia de Yacimientos no Convencionales (YNC) de fracturación hidráulica en Texas, con una inversión colombiana de US$1.500 millones, lo cual refleja la importancia del tema y pone sobre la mesa el debate interno sobre la conveniencia de trabajar ese tipo de técnicas para el máximo aprovechamiento de las reservas nacionales de hidrocarburos.
Si es bueno o es malo es un debate tan interesante como estéril y nos ocupará de aquí hasta cuando ya a nadie le interese comprar combustibles fósiles, cuando ya se hayan inventado soluciones más limpias y más baratas. He leído con detenimiento sobre las ventajas y desventajas y, como suele suceder en la era de la información, son tan contundentes los argumentos de un lado como del otro. Pero si es claro que los países que lo han prohibido o limitado son la excepción y no la regla.
Mientras debatimos sobre eso, varias naciones, las industrializadas incluidas, están aplicando la fracturación hidráulica, más conocida como “fracking”, una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo a través de la inyección de agua a alta presión, de modo que supere la resistencia de la roca y abra una fractura controlada en el fondo del pozo.
En realidad, está comprobado que, con las básicas medidas de seguridad, la exploración y extracción de gas natural por este sistema hidráulico no representa riesgos diferentes al de los sistemas tradicionales, en cambio, los beneficios para la economía nacional serían enormes.
Según la encuesta nacional de calidad de vida (ECV) 2018, publicada por el Dane, en Colombia hay 1.664.000 hogares (es decir 5.368.648 personas) que cocinan sus alimentos con leña, que es el sistema más contaminante. Ofrecer a estos colombianos una energía limpia y barata ciertamente marcaría una enorme diferencia.
Otro dato interesante que destaca la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP) es que es una oportunidad para que Colombia mantenga su autosuficiencia energética, ya que sus reservas comienzan a bajar y siempre será mejor no tener que comprar en el exterior, ni ser rehén de los caprichos del mercado internacional de hidrocarburos.
La ACP asegura que permitir el desarrollo de los YNC le da la oportunidad al país de iniciar megaproyectos cuya inversión anual equivaldrían a 2% del PIB (en total US$120.000 millones), aportaría el petróleo y el gas requeridos por más de 25 años y garantizaría la autosuficiencia energética a largo plazo.
Además, generaría recursos fiscales por US$35.000 millones, 68.000 nuevos empleos y el desarrollo regional de cadenas de bienes, servicios e infraestructura que ayudarían a consolidar la transformación productiva y crecimiento económico.
No permitir el desarrollo de los YNC dejará al país en una situación energética y financiera vulnerable y privaría al Estado de contar con los recursos necesarios para inversión social, infraestructura y seguridad pública. Y si Ecopetrol ya lo hace en Estados Unidos, entonces ya estamos preparados para hacerlo en casa.
El debate hay que abrirlo y, sea cual sea la conveniencia, es importante definirlo pronto y determinar cómo se puede hacer de manera sostenible y que beneficie a regiones marginadas que tanto lo necesitan.
Tomado de La República