El problema es que los colombianos no logremos ver todo lo bueno que ha pasado en estos veinte años.
Mauricio Cárdenas Santamaría
No falta mucho para que concluya la segunda década del siglo XXI. La mejor forma de explicarle la realidad política colombiana a un extranjero es diciéndole que hay una guerra entre décadas. La mitad del país piensa que la primera década de este siglo fue mucho mejor que la segunda, mientras que la otra mitad piensa exactamente lo contrario.
Este es el debate que tiene dividido al país. Antioquia es más amiga de la primera década; Bogotá, de la segunda. Hay periodistas afines a la primera década y otros, a la segunda. Las familias también están divididas.
Pero alguien que mire las cosas con cierta distancia y un mínimo de ecuanimidad no va a encontrar ninguna evidencia para decir que una década fue inequívocamente mejor que la otra. De hecho, si le gustan las cifras, lo que le va a llamar la atención es que las dos décadas que han transcurrido del siglo XXI han sido las mejores que ha tenido Colombia en muchos años. Parte del secreto es que, contra lo que se piensa, una década construyó sobre la otra.
Durante los años 90, la pobreza osciló entre el 50 y el 60 por ciento de la población. Hoy es el 27 por ciento.
Es decir, la disputa entre décadas no deja ver lo que en realidad merece ser destacado: mirados en su conjunto, estos veinte años han sido extraordinariamente buenos.
Hay bastantes ejemplos que ilustran este punto. El inicio del milenio fue, en la línea del libro de Malcolm Gladwell, un punto de quiebre en nuestro país.
Tomemos el caso de estas cinco áreas determinantes para el progreso de cualquier nación:
Pobreza: durante los años 90, la pobreza osciló entre el 50 y el 60 por ciento de la población. Hoy es el 27 por ciento. Año tras año fue disminuyendo la población pobre, que hoy es superada por la clase media. La pobreza extrema también se ha reducido significativamente en el siglo XXI.
Salud: a finales de los 90, solo la mitad de la población tenía algún seguro de salud; hoy, prácticamente la totalidad de los colombianos está protegido con uno.
Educación: hasta finales de los años 90, solo uno de cada cinco bachilleres ingresaba a la educación superior; hoy, uno de cada dos.
Inflación: hasta los 90 –y por cerca de 30 años– vivimos en un país con inflación anual de entre 20 y 30 por ciento, mientras que en este siglo la inflación siempre ha sido de un dígito.
Seguridad: hasta los años 90 vivimos en un país muy inseguro, con unas de las tasas de homicidios más altas del mundo. Hoy tenemos muchos menos homicidios, y desaparecieron las acciones ofensivas y combates de las Farc. Dejamos de ser un caso anómalo en este campo.
La reducción de la desigualdad, el aumento de la inversión y el auge del turismo son otros buenos ejemplos. Lo que llama la atención en todos estos casos es que el progreso fue continuo desde el año 2000. El crecimiento económico fue prácticamente idéntico en la primera y en la segunda década, cada una con sus inevitables ciclos.
Pero, en el afán de desprestigiarse, las barras bravas de la primera década han construido una serie de mitos y leyendas urbanas que la mayoría de la población cree ciertas. Una dama repetía hace poco en un video, con bastante ira, que en la segunda se le entregó el país a la insurgencia, se asfixió a los empresarios, e incluso que el Gobierno ferió la venta de Isagén.
El observador que mire el ‘Doing Business’ del Banco Mundial notará que la carga de impuestos y contribuciones que pagan las empresas cayó desde 2010 y que los recursos de la venta de Isagén están en un fondo dedicado a financiar las obras de infraestructura, con las cuales este gobierno y los siguientes ganarán aplausos.
El problema con el choque de décadas es que, en medio de la desolación, y la espesa niebla que ha causado, los colombianos no logremos ver todo lo bueno que ha pasado en estos veinte años. La historia está llena de ejemplos de oportunistas que aprovechan esos vacíos para proponer sus tesis demagógicas. Ojalá que la próxima década no sea la del revisionismo, que lo único que traería, ahí sí, sería el verdadero retroceso.
Tomado de El Tiempo