La pandemia debe transformar la forma de hacer empresa en el país. Esta labor requiere más empatía y poner el foco en el bienestar colectivo, asegura Juan Ricardo Ortega, presidente del GEB.
Si en tiempos normales no resulta fácil dirigir una de las grandes empresas del país, mucho menos en medio de una pandemia. Y peor aún si hay que hacerlo de forma remota. Esa ha sido la experiencia del economista Juan Ricardo Ortega, quien desde principios de julio comanda el Grupo de Energía de Bogotá (GEB), una de las compañías que no ha parado de trabajar este año, y al cierre del primer semestre presenta crecimientos en ingresos y utilidades.
Ortega considera que las empresas no pueden seguir enfocadas solo en generar utilidades. Dice que la pandemia dejó la gran lección de que se había perdido el toque de humanidad, que había que pensar más en los demás y tener empatía. “Hay que volver a rodear a la gente con cariño y dejar el énfasis en lo material. Le hemos puesto atención a cosas que no son”, dice. Y agrega que estar cerca debe ser el valor de la prosperidad.
De hecho, su conversación con Dinero comenzó con un recuento de los efectos que ha tenido la covid-19 entre los 2.300 empleados que trabajan para el GEB en cuatro países. Ninguno ha sido víctima de la enfermedad, pero sí han perdido padres, esposos, familiares o amigos cercanos. Incluso comenta que a una funcionaria colombiana en Perú no lograron traerla de regreso en un vuelo humanitario para que pudiera atender el funeral de su madre.
“Estamos aprendiendo que ni las corbatas, ni los vestidos ni las oficinas son tan importantes. Se puede trabajar de forma más humana, más real y con menos apariencias”, reitera.
En el GEB apostaron desde el comienzo de la crisis sanitaria por lograr un ambiente de autocuidado de todo el personal. Por eso crearon una gerencia para atender lo relacionado con la pandemia y desarrollaron protocolos para retornar a los territorios con seguridad. El 90% de los colaboradores sigue trabajando de forma remota, mientras que contratistas y cargos críticos para la continuidad del negocio están en terreno.
Ortega insiste en que volcar la atención sobre la gente y cuidarla produce resultados empresariales. Esa estrategia les permitió mantener la continuidad en la prestación de los servicios de energía eléctrica y gas natural.
Inversión frenada
Con más de 120 años de historia, el GEB opera en Colombia, Brasil, Guatemala y Perú. De hecho, en este último país emplea más gente que en los demás, porque es la número uno en distribución de gas natural con sus empresas Cálidda y Contugas.
El año pasado obtuvo ingresos por $4,88 billones y en el primer semestre de 2020 alcanzó $2,47 billones, 11% más que en el mismo período de 2019. Así mismo, en la primera mitad de 2020 tuvo utilidades por $1,22 billones, con un crecimiento de 15,4% anual.
Pero el GEB no ha sido inmune a la crisis actual, pues en el segundo trimestre sintió la afectación en algunos de sus negocios, como el del gas. Pero esa pérdida de plata no tiene por qué repetirse. También sintieron el impacto de las cuarentenas en el freno a las consultas previas con las comunidades en las áreas de influencia de los proyectos energéticos. “Como sociedad costó trabajo coordinarse. No se anticipó lo oneroso que será para el país frenar proyectos”, dice Ortega. Explica que la inversión en bienes de capital se suspendió en 40%, lo que retrasaría aún más el desarrollo de proyectos energéticos claves para el país.
En cuanto a los proyectos energéticos en el país, no pueden convertirse en tema de polarización con ataques por las redes sociales con populismo y falsas promesas. “Colombia tiene la oportunidad de avanzar en infraestructura energética alternativa. Por ejemplo, los yacimientos de gas no tradicionales ayudarían a garantizar el suministro de este combustible. Pero el problema está en el mal uso del lenguaje, pues se cree que todo lo no convencional es fracking y eso no es verdad”, enfatiza.
En estos casos no se requiere el fracturamiento horizontal, ni romper roca y, por el contrario, se podrían aprovechar los mantos de gas del Magdalena Medio y de la Guajira, los cuales ayudarían al desarrollo de energías de transición para salir poco a poco de las fuentes altamente contaminantes.
Cuidado ambiental
Colombia tiene en sus empresas del sector eléctrico el motor para impulsar la reactivación económica. En el caso particular del Grupo Energía Bogotá, Ortega no duda en calificarla como una compañía clave. El Grupo planea desarrollar una gran línea de transmisión de energías alternativas al norte del país y, para lograrlo, trabajan de la mano con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un programa de infraestructura verde.
Este proyecto se llama Colectora y es una línea de transmisión de 480 kilómetros y 3 subestaciones. Y mientras en Europa hay un plan de 57.000 kilómetros de líneas de transmisión de energías eólica y solar, en Colombia no hay un diálogo constructivo y de trascendencia para planes de este tipo.
Incluso hay municipios de la Sabana en donde, por intereses políticos, se han bloqueado proyectos como el que se requiere para renovar las líneas de trasmisión hacia Bogotá, lo que implica construir subestaciones que hoy no tienen más espacio dentro de la capital del país.
Por eso es necesario hacerlo en los municipios aledaños. Ese proyecto está en vilo, pese a lo importante que es para evitar futuros problemas de confiabilidad de energía en Bogotá.
Pese a estas trabas, Ortega se declara optimista con la reactivación. Dice que el esfuerzo se debe poner en los 4 millones de desempleados que ha dejado la pandemia. “Hay que recordar que seguimos vivos y con capacidad de salir adelante. Evitemos que las redes sociales nos sigan fracturando y aprendamos a sacar las ventajas de poder trabajar más en la casa. Desde allí podremos lograr un mejor país y, sobre todo, más humano”, subraya.
Tomado de Dinero