El Acueducto tiene un amplio plan de inversión. Su gerente, Cristina Arango, habla de las obras, el río Bogotá, la integración regional, los humedales y las diferencias con los alcaldes vecinos. Terminar las obras en los humedales y buscar acuerdos para el parque San Rafael, algunas de las tareas.
La ciudad y los municipios de la sabana se alistan para sus planes de expansión. Pero sin agua, todo sería un fracaso. A la fecha, según el Distrito, el suministro está garantizado hasta 2038. No obstante, ganar más años depende de la optimización del recurso hídrico. Por eso, la Empresa de Acueducto (EAAB) avanza en un plan para optimizar no solo su capacidad, sus redes y el esquema de saneamiento, sino que también busca caminos para mejorar la relación con los alcaldes vecinos alrededor del líquido. Cristina Arango Olaya, gerente de la EAAB, expone los retos.
La EAAB es una empresa con gran presupuesto, ¿cómo la encontró?
Sólida. A lo largo de los últimos años se ha venido consolidando. Cuenta con capacidad de inversión importante y buenos indicadores financieros. Pero tenemos retos administrativos enormes.
¿Cómo afectó las finanzas el dejar el negocio de la recolección de basuras?
No tengo claro el golpe, pero sí nos trajo muchos pleitos y decisiones difíciles. Fue un terremoto que le corrió el piso a la empresa y solo en los próximos años sabremos su verdadero impacto. Hay demandas contra la UAESP, Aguas de Bogotá y el Acueducto muy grandes y costosas para todos.
Los sindicatos criticaron su llegada. ¿Cómo le ha ido con esa oposición?
Todo se resuelve hablando y generando confianza. En ciertos temas hay diferencias, pero tengo buena relación. Creo que los cambios son difíciles para todos. Si bien al principio hubo ruido, luego de conocerlo a uno y de hablar diferentes temas se genera confianza. Creo que vamos bien.
La que sí no ha sido fácil es la relación con los alcaldes de la sabana…
El esquema de venta de agua en bloque no ayuda. No es bueno para la empresa ni para los municipios. Los alcaldes quieren que les vendamos más y no podemos, porque Bogotá viene creciendo. Además, no es rentable. Hacemos grandes inversiones en potabilización y en redes, y vender al precio regulatorio no sentimos que sea lo adecuado. No podemos ser los únicos que busquemos concesiones de agua. Los municipios podrían hacerlo para dejar de depender de Bogotá y hacer inversiones.
¿Ha tenido acercamientos?
Con los alcaldes nos entendemos, pero ambos tenemos limitaciones. Con el nuevo marco de región metropolitana, espero que podamos tener mejores esquemas, en el que puedan participar en las decisiones del agua y a nosotros nos funcione esa relación.
¿Cuál podría ser una buena fórmula?
Tener reglas claras. Por ejemplo, los municipios no pueden tener pérdidas tan altas de agua. No podemos vender para que se pierda. Lo otro, que los contratos tengan criterios de calidad, que las empresas regionales hagan inversiones en sus redes, para controlar los daños e incluir el tema de aguas servidas. Para empezar, eso ordenaría la discusión, pues hoy no funciona.
En cuanto a crecimiento de Bogotá, ¿hasta cuando tendremos agua?
Estamos revisando las últimas proyecciones del DANE, pero con lo que hay, tenemos agua hasta 2038 para Bogotá y los municipios con los que tenemos contratos vigentes. En la revisión debemos tener en cuenta que los municipios vienen creciendo a una tasa más alta que Bogotá y en la capital debemos incluir los proyectos que vienen, como Lagos de Torca.
¿Y cómo preparase para lo que viene?
Hay un plan de modernización sostenible sobre tres pilares: confiabilidad, eficiencia y cultura. En confiabilidad la idea es tener obras para garantizar el servicio, como renovación de redes y eliminación de 1.500 conexiones erradas, que llevan aguas negras al alcantarillado pluvial y terminan en humedales, causando un daño enorme.
¿Y cómo van las obras del río Bogotá?
Llevamos veinte años haciendo obras que no se ven, pero en los próximos años vamos a tener obras visibles. La CAR está terminando la PTAR Salitre, que operará en abril. Iniciamos la estación elevadora de Canoas (va en el 7 %) y luego vendrá la PTAR Canoas. Este año terminaremos el interceptor de Zona Franca y la estructura del túnel de emergencia de Tunjuelo-Canoas.
¿Y cómo notar los efectos de las obras?
Cuando terminemos el rompecabezas de obras de saneamiento, el río cambiará de color.
¿Se va a poder nadar en él?
Eso no se lo puedo garantizar, pero sí que el río comenzará a vivir. Hoy lo tenemos casi muerto, pero resucitará en los próximos años.
¿Qué se está haciendo para mejorar el suministro de agua?
Tenemos la ampliación de plantas Wiesner, que pasará de tratar 14 metros cúbicos por segundo a 21; también en Tibitoc, que pasará a 3,5 m³ y el revestimiento de los túneles de Chingaza. A esto se suman otros trabajos, como el traslado anticipado de redes para el metro, que empezaremos este mes, entre otras grandes obras.
La PTAR Canoas será la obra más grande. ¿Cuándo se abrirá licitación?
Es una de las obras más importantes de Latinoamérica. Estamos próximos a recibir el diseño y esperamos radicar este mes la solicitud de licencia ambiental. Hemos tenido retrasos en el proceso de participación, por el COVID, pero esperamos mantener la fecha. Una vez tengamos la licencia, la idea es abrir la licitación el segundo trimestre del próximo año.
La pasada alcaldía propuso un parque en el embalse San Rafael, pero un juez lo frenó. ¿Qué van a hacer con el plan?
Hay unas medidas cautelares. Por ahora, no lo tenemos en el plan de inversiones, pero lo estamos analizando, pues queremos entender por qué tanta oposición y ver si hay forma de llegar a acuerdos.
Es decir, no está descartado del todo.
Tenemos un plan de manejo ambiental. La idea es llegar a acuerdos para ver si hay forma de sacarlo. Queremos oír a los sindicatos, para ver qué se puede hacer.
Otro pleito es con los humedales. ¿En qué va el lío con las obras?
Hay obras en Juan Amarillo y Jaboque, que buscan ponerles límites a través de senderos amigables con el ambiente, porque allí hay líos con basuras e invasiones, que hacen daño. Las obras están avanzadas y debemos terminarlas. No podemos poner en riesgo los recursos de los bogotanos.
¿Qué pasó con el dinero del cupo de endeudamiento para respaldar el pago de agua de los estratos bajos?
En el proyecto del cupo había un pedazo para la EAAB. Por disposición nacional, las facturas de estratos 1 y 2 se debían diferir a 36 meses y el Gobierno nos prestaba esos recursos al 0 % de interés. Para hacerlo, debemos pedir una modificación al cupo de endeudamiento actual, pero ya no será con el proyecto grande, sino que lo radicaremos independiente.
¿Cómo espera dejar la empresa?
Con una modernización sostenible. Una empresa confiable, eficiente y con una trasformación cultural, no solo de la empresa sino de todos los bogotanos.
Alexánder Marín Correa
Tomado de El Espectador