Expertos señalan que aunque en Colombia la transición es sólida, aún falta inversión y capital humano.
EL CISNE NEGRO DEL AÑO 2020
Se suponía que el año 2020 iba a ser un punto de inflexión en la transición energética global. La producción y consumo de energía corresponden a dos terceras partes de las emisiones antropogénicas globales anuales, lo que convierte a la transición energética en el eje para cumplir con la promesa del Acuerdo de París.
Se esperaba que los países hicieran un balance de sus Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacional para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París y fortalecer potencialmente sus compromisos de mantener los incrementos en la temperatura global muy por debajo de los 2 grados, con la ambición de reducir esta cifra y no exceder los 1.5 grados. El 2020 llegó con un sentido de impulso conforme el mundo ingresaba en la década destinada a cumplir compromisos.
Sin embargo, a lo largo de los últimos meses, nos hemos enfrentado a una catástrofe de baja probabilidad, pero con alto impacto y de nivel mundial. La velocidad, escala e intensidad de la pandemia del Covid-19 nos tomó desprevenidos, siendo necesaria la reasignación de recursos y una convicción colectiva para limitar la extensión del daño y restaurar la normalidad de la economía y de la sociedad lo más pronto posible.
El Covid-19 ha demostrado ser un evento de “cisne negro”, que amenaza con deshacer las ganancias obtenidas durante el periodo de expansión económica más largo de la historia.
UN SISTEMA ENERGÉTICO VULNERABLE
Las perturbaciones generadas por el Covid-19 han revelado las vulnerabilidades del sistema energético. Por lo tanto, las perspectivas a corto plazo hacia la transición energética están en riesgo. La velocidad y alcance sin precedentes de la caída de la demanda energética con la volatilidad de precios que esto conlleva, así como las implicaciones geopolíticas, han desestabilizado el sistema energético global.
Las dimensiones económicas de la transición energética significan que la volatilidad externa de los precios tiene implicaciones fiscales para los países y afecta la forma en que millones de trabajadores del sector energético se ganan la vida. Asimismo, altera la competitividad de las tecnologías de energías renovables y reduce incentivos para una eficiencia energética. La resiliencia, no solo en mercados e infraestructura, sino también en mecanismos de políticas y cooperación, será fundamental para lograr una recuperación acelerada en la transición energética.
Existen señales de recuperación dado que la demanda energética parece estar incrementando gradualmente. Sin embargo, tomará un buen tiempo para que la economía recupere el terreno perdido. Dado el panorama económico incierto, la adquisición de automóviles y aparatos domésticos probablemente se posponga, el desarrollo de infraestructura podría interrumpirse y las actividades industriales no esenciales podrán tardarse en reiniciar.
LA NUEVA NORMALIDAD ES CADA VEZ MÁS TURBULENTA
Eta reducción en el consumo de energía tiene un efecto inmediato en el medio ambiente, ya que los cielos se han despejado aún en las zonas más contaminadas de China e India. Si bien se podría considerar una bendición disfrazada para la agenda de sustentabilidad ambiental, no debe confundirse con el progreso, y además nos muestra el costo que necesitamos pagar para tener una transición energética efectiva.
Junto con un ecosistema sostenible y floreciente para las generaciones futuras, una transición energética efectiva también es fundamental para el crecimiento económico y el desarrollo social. En un paradigma global cada vez más turbulento, las perturbaciones son la nueva normalidad y los mapas de ruta de la transición energética necesitan integrar solidez contra estas perturbaciones. La resiliencia de la transición energética, a largo plazo, implica un ambiente habilitante y fuerte que vea al sistema recuperarse de las perturbaciones no previstas o exógenas. Esto incluye la presencia de un fuerte compromiso político, mercados de capital estables y acceso a la inversión, una cadena estable de innovaciones, modernización de la infraestructura, capacitación del capital humano para sistemas energéticos futuros, etc.
El de Transición Energética (ETI) del Foro Económico Mundial establece puntos de referencia de los países con base a estos fundamentos para la transición energética, junto con el desempeño de su sistema energético en términos de desarrollo económico, sustentabilidad ambiental y acceso y seguridad energéticos. El análisis terminado recientemente del índice para este año señala que hay una fuerte evidencia de progreso gradual de la transición energética.
COLOMBIA: INCREMENTO DE LAS REGULACIONES, INVERSIÓN Y CAPITAL HUMANO
Desde el 2015, más del 80 % de los países han elevado su calificación en el ETI. De modo alentador, la brecha entre las economías emergentes y los países líderes parece estar estrechándose, pero aún queda mucho por hacer. Tan solo un puñado de países han logrado un progreso anual estable en el ETI durante los últimos seis años, lo cual demuestra la complejidad y los desafíos de la transición energética. Mejorar los niveles de regulación y compromiso político, capital e inversión y desarrollo tecnológico ha sido fundamental para destrabar este progreso a nivel global.
Colombia ocupa el lugar 25 de 115 países en el ETI 2020, lo que lo sitúa como un “país líder” con calificaciones por encima del promedio en cuanto al desempeño actual del sistema energético, así como a su disposición hacia la transición energética. Concretamente, Colombia ha hecho grandes progresos en términos de un ambiente habilitante para la transición energética, lo cual está demostrado por una mejora de aproximadamente 10 puntos porcentuales en el subíndice de “disposición hacia la transición” del ETI. Habilitadores clave en la transición energética en Colombia han estado mejorando el marco regulatorio y el acceso a capital e inversión. Mejoras adicionales se pueden facilitar al crear una infraestructura que facilite la transición energética y centrándose en desarrollar capital humano para el sistema de energía futuro.
Cuando finalmente logremos dejar atrás a la tragedia del Covid-19, muy probablemente se habrá aprendido algunas valiosas lecciones. El desafío de la transición energética es similar a la pandemia en términos de escala, efecto cascada en los sistemas sociales y económicos, más grave aún para poblaciones vulnerables, y en términos de necesidad de una respuesta decisiva, oportuna y concertada. Las partes interesadas requieren estar conscientes de que la lucha contra el Covid-19 no nos exime de resolver el crítico rompecabezas socioeconómico de la transición energética global, de lo contrario, las pérdidas resultantes del virus pasarán una factura aún mayor a la humanidad.
Roberto Bocca
Director, Configuración del futuro de la energía y los materiales
Harsh Vijay Singh
Líder de proyecto, Configuración del futuro de la energía y los materiales
Tomado de Portafolio