Tomado de El Tiempo
Acuerdo entre dos grupos de energía pone fin a un largo litigio. La clave es recuperar la confianza.
Tras más de cinco años de arduas disputas con ribetes legales muy complejos, que llevaron a las partes hasta los tribunales, pareciera haber surgido un acuerdo que pondría fin a la tensa situación entre el Grupo Energía Bogotá (GEB) y su socio de cabecera, Enel-Condensa.
Cabe recordar que entre ambas compañías, la primera con 120 años de experiencia y una de las más importantes del sector público, dedicada a la distribución de energía y gas en Colombia, Guatemala, Perú y Brasil, y la segunda, perteneciente a uno de los conglomerados más grandes del mundo en materia energética, con intereses en más de 30 países, suman activos superiores a los 5,5 billones de pesos.
La relación entre ambas, que data de hace una década larga, se fue deteriorando debido al incumplimiento de los acuerdos de administración y nuevos proyectos de inversión. El GEB se sintió excluido de ellos y por varios años dejó de recibir los dividendos netos a los que tenía derecho y que suman alrededor de un billón de pesos.
Las desavenencias y recriminaciones mutuas llegaron a los tribunales de arbitramento, sin solución a la vista. Así estaban las cosas cuando asumió la alcaldía Claudia López, quien lamentó que una integración público-privada que en su momento fue alabada por muchos llegara a este estado de cosas.
El nuevo timonel de GEB, el exdirector de la Dian y conocedor de las finanzas públicas de Bogotá, el economista Juan Ricardo Ortega, se impuso como tarea poner fin a la controversia y anunció hace unos días el que denominó “acuerdo por el futuro”, en alusión a que se dejan atrás las reservas que se tenían de parte y parte y se crea una nueva empresa que, en adelante, se denominará Enel Colombia, para apostar por grandes proyectos enfocados en energías renovables, y Enel Bogotá, para el manejo de servicios públicos.
El arreglo entre GEB y Enel no debe mirarse solo como el final de un pleito, sino como el inicio de una nueva era: apostar por la energía verde.
Más que una venta, explicó, se trata de un canje accionario en el que Bogotá sigue manteniendo los mismos derechos que mantenía desde el año 1996. Y la aclaración viene a raíz de que hay quienes aseguran que lo que hubo aquí fue la entrega de un activo de la ciudad a un monopolio internacional. Es una manera de verlo, pero, en estricto sentido, Bogotá, a través de GEB, conserva el 42,5 % de las acciones de la nueva compañía –con derecho a voto–, que promete ser más robusta y con mayores dividendos para la ciudad.
Pese a que el tema generará polémica de aquí en adelante, vale la pena extender la mirada un poco más allá: al futuro de la energía a nivel global. No es un secreto que la humanidad tiende decididamente hacia la adopción de recursos más limpios, acorde con las exigencias que impone el cambio climático. De hecho, Colombia se ha comprometido con ese propósito y Bogotá avanza en la implementación de una movilidad eléctrica, con alumbrados eléctricos, mejor calidad del aire, etc.
Lo que corresponde ahora es que, además de la aprobación unánime de esta nueva estrategia por parte de la asamblea de accionistas del GEB, desde el Concejo también se analice el tema a fin de garantizar que los intereses de la ciudad queden blindados. Y que un mal pleito se traduzca en un acuerdo que devuelva la confianza perdida. Esperemos que así sea.