Y, ¿ahora qué? Es una pregunta que consumidores y empresarios nos estamos haciendo por estos días cuando estamos comenzando a ver la sostenibilidad como una de las primeras tendencias de cambio tras la pandemia. Cuando por fin empezamos a ver su urgencia para la evolución del ser humano y del planeta, nos encontramos con que no sólo basta con decidirnos a dar el paso hacia la circularidad, sino que además, existen opciones de cambio verdes y azules que persiguen un mismo fin, pero con ideologías y acciones diferentes.
Esto quiere decir que estamos ante dos alternativas económicas: la economía azul y la economía verde. Ambas con defensores y detractores, aparentemente opuestas, pero al final, optar por una u otra es mucho mejor que seguir trabajando y consumiendo bajo el concepto lineal.
Es claro que para que algunas empresas puedan incorporar la economía verde a sus procesos productivos, se requiere una mayor inversión, y que a su vez los consumidores debemos pagar más a cambio de un producto que permita preservar el medio ambiente.
Por su parte, la economía azul entiende los residuos como recursos y busca soluciones inspiradas en el diseño de la naturaleza. Este tipo de economía sostenible rechaza la actitud “elitista” de la economía verde que pretende ofrecer productos ecológicos a consumidores de alto poder adquisitivo, mientras la azul da acceso de forma sostenible, tanto a empresarios como a consumidores.
La primera está más relacionada con las economías globalizadas; la segunda favorece los procesos de producción y consumo locales. Aspectos como el cuidado de los océanos y el impacto en comunidades costeras, hacen que se hable de una economía azul. Sin embargo, ambas se refieren a la sostenibilidad de todos los recursos naturales “verdes y azules”.
No se trata de negar o aceptar alguna de las dos alternativas, sino de evaluar las condiciones particulares de cada país y organización, y las creencias del consumidor. Los motivos y posturas de ambas suponen un análisis cuidadoso de todas las variables y sus implicaciones. El hecho de migrar de la economía lineal a la circular ya es en sí un acto de evolución muy grande por parte de gobiernos, empresarios y consumidores. Lo importante es que con el tiempo ambas se conviertan en modelos evolutivos, que modifiquen la forma como razonamos, los impactos socio ambientales de lo que producimos y consumimos y logremos consolidar un gran modelo económico sostenible para todos. Enfrascarse en esta discusión como sociedad, solo traería atrasos en lo que ya hemos empezado a lograr.
El verdadero punto de partida hoy es entender que todos los días usamos y consumimos materiales de la tierra, que son gratis, y que como dice Pavan Sukhdev, conocido como el banquero de la naturaleza, en su charla TED “¡Póngale precio a la naturaleza!”, es momento de pensar cómo serían las circunstancias si tuviéramos que pagar su valor verdadero.
En este orden de ideas, la respuesta es dar el primer paso y entender que no es una moda disfrazada de verde o azul, sino un proceso de transformación que como sociedad estamos viviendo, y que tarde o temprano tendremos que preocuparnos por procesos más sostenibles.
Así, una vez se tenga claro que se debe migrar del modelo lineal al circular, se debe comenzar a indagar el tipo de economía que más se ajusta a la visión, presupuesto y objetivos de cada organización, incluyendo procesos sostenibles al alcance de todos, de gran impacto en la naturaleza y la sociedad, sin sacrificar la viabilidad financiera de la organización.
Adriana Gutierrez Ramírez
Tomado de La República